Que cuatro personas convivan en un mismo proyecto puede ser tan bueno como complejo. Siempre hay momentos difíciles, tensiones, discusiones, y quizás nuestra inexperiencia hizo que por allá, en diciembre de 2003, después de seis años y casi más de cuarenta canciones (que definitivamente los integrantes de Margarita ni a palos adoramos como un tesoro), nos distanciáramos.
Cuando a mediados de 2009, casi seis años después, comenzamos a recuperar, poco a poco, la amistad que había quedado herida luego de tantos golpes nuestras almas se alivianaron. Luego de un centenar de mates comenzó a crecer la idea de reencontrarnos pero esta vez con la condición que estén nuestros instrumentos con nosotros.
Lo que más recuerdo del primer ensayo, algún sábado de febrero es: casa de Gustavo, mucho calor, agobiante calor, el Negro Mandrini marca cuatro golpes con los palillos y la bajada en simultáneo de guitarra, bajo y batería de la introducción de
Las flores que quemé explotó. Luego dio lugar al riff inicial. Confieso que cuando escuchaba ese doble bombo apoyado por las semicorcheas del bajo se me estremeció todo el cuerpo. Tenía ganas de abrazar a Jano, Gustavo y el Negro pero me contuve porque además de quedar como un boludazo sentimental iba a interrumpir el tema.
Allí estábamos los cuatro generando algo que venía a confirmar lo que nunca tuve dudas, que nos encanta tocar juntos.
-¿Te acordás Gustavo que en
Las flores que quemé, en los recitales, yo empezaba haciendo el riff con la guitarra sola y la genta lo cantaba "Oh oh oh oh oh oh oh...".?
-Sí Chori, pero esta vez no te ilusionés porque capaz que la poca gente que pueda llegar a ir ni siquiera se acuerde.
Sabíamos que la primera fecha iba a ser en el Teatro Argentino, porque era invierno y porque queríamos que fueran todos los que quisieran.
-Trecientas personas van seguro... -nos decíamos como para darnos confianza y poner la fecha en el Teatro – cien parientes seguro (yo personalmente tengo veintitrés primos) y doscientos que nos quieren volver a ver.
Una veintena de ensayos después estábamos a horas del show en el Teatro, setecientas entradas vendidas el día anterior, y más de diez personas laburando, la incredulidad pasó a ser el sentimiento predominante en todos nosotros.
Y llegó el día (bah, la noche) y diez minutos antes del comienzo del recital se me ocurre espiar por el telón del teatro y... mi pulsó ascendió a doscientos latidos por segundo, la respiración tardó en reiniciarse y volví al camarín.
-¡Muchachos! ¡Nunca vi el tatro así!
-¡No nos digas nada Chori!
Después fue puro goce. Porque ser una banda de Mercedes, no haber tocado durante siete años, que ningún medio haya promovido nuestra música (obviamente, quién te va difundir cuando el proyecto no existe) y que la mitad de las novecientas almas que estaban en el Teatro nunca habían asistido a un recital nuestro cantaran ahora con nosotros cada una de las canciones nos dejó absoluta y hermosamente perplejos.
Los ángeles no pudieron echarnos pronto, y cuando, ya en el final, empecé a tocar el riff de
Las flores que quemé los "Oh oh" de ustedes se hicieron sentir como nunca. Me di cuenta que por las caras de Gustavo, Jano y el Negro que arriba del escenario había ahora cuatro boludazos sentimentales.
Por supuesto que estamos en deuda... cómo devolver tanto, pero tanto cariño. Simplemente gracias.
Walter Chori Perruolo