El legendario grupo volvió luego de 7 años sin tocar, este domingo con un show que desbordó la sala mayor del ex Teatro Argentino. No fue un regreso más ni tan sólo un gran concierto, es un fenómeno social a pequeña escala.
(Por Gerardo Simonet) Entender el fenómeno parece tarea más difícil que describirlo. Una banda local separada que anuncia su regreso después de siete años, y tres discos sin la menor difusión mediática, que se filtran hacia nuevas generaciones y se propagan como reguero de pólvora, mano a mano y boca a boca hasta instalarse como discos de culto entre una porción importante del público de rock adolescente. Entradas agotadas antes del show, arrasadas en un noventa por ciento por pibes de la franja de los dieciocho años, que cuando Margarita Ni a Palos recorría los escenarios, no pasaban los diez. Calles cortadas, el teatro municipal sin butacas y un vallado frente al escenario para contener a más de setecientas personas agolpadas en torno a un show, con gente afuera penando por una entrada y conformándose con escuchar desde el frío, lo que las puertas del Julio César Gioscio dejen filtrar. Un fenómeno inexplicable para una banda local, una respuesta que el domingo a la noche dejó boquiabiertos hasta a los propios integrantes de la agrupación.
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